Los técnicos del INTA aseguraron que es posible maximizar la productividad de manera sustentable. Esto significa intensificar la actividad agrícola y mitigar la emisión de gases de efecto invernadero.
Especialistas del INTA señalaron que articulando y trabajando con diferentes actividades es posible intensificar la actividad agrícola y mitigar los daños ambientales.
Los técnicos del INTA aseguraron que es posible maximizar la productividad de manera sustentable. Esto significa intensificar la actividad agrícola y mitigar la emisión de gases de efecto invernadero.
Para los especialistas es necesario incorporar herramientas, como la siembra directa, la rotación de cultivos y la integración de la agricultura con la ganadería para que esto suceda. Según los datos aportados por los técnicos, en los últimos 65 años, la actividad humana aumentó en un 80 % las emisiones de dióxido de carbono (CO2), mientras que duplicó la tasa de emisión de metano (CH4) e incrementó entre un 40 y un 50 % las concentraciones atmosféricas de óxido nitroso (N2O).
El quinto informe de Cambio Climático señaló que la mayor fuente de incremento de los gases de efecto invernadero (GEI) provino de la generación de energía, el transporte y la industria. “Por su parte, la agricultura, la ganadería y los cambios en el uso de la tierra contribuyeron con no más de un tercio de las emisiones”, destacó el informe.
Miguel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA Castelar, sostuvo que se puede maximizar la productividad del sistema agrícola y reducir la emisión neta de gases de efecto invernadero, lo que incluye a la captura de CO2 atmosférico por las plantas. “Nuestra agricultura debe buscar una intensificación sustentable que reduzca el impacto ambiental y social”, subrayó.
Es importante incluir prácticas de manejo de suelos y cultivos según la cuenca y el predio. Taboada recomendó las rotaciones de cultivos, la reducción de la erosión hídrica y eólica y la desertificación, la siembra directa, la nutrición de suelos y cultivos con una adecuada tecnología de fertilización, la integración de agricultura con ganadería, entre otras.
“Estas prácticas deben resultar en una menor emisión de GEI, mayor captura de carbono en los suelos, mayor eficiencia en el uso del agua, mayor diversidad y actividad biológica en los suelos y uso adecuado y responsable de agroquímicos”, especificó el técnico.
En lo que respecta al sector agropecuario, Latinoamérica presenta una marcada heterogeneidad en cuanto a las amenazas de origen climático. Se destacan tres grandes ejes: los riesgos de exposición a daños, las vulnerabilidades que afectan a las poblaciones y los ecosistemas y, por último, las oportunidades, sostuvo Taboada.
“Aún cuando la mayoría de los cambios del clima son negativos, existen algunos aspectos u oportunidades que pueden favorecer las producciones agropecuarias”, argumentó el técnico. En este sentido, agregó que la tropicalización de las regiones permiten el cultivo con especies megatérmicas o el aumento de las lluvias.
En el caso de las amenazas, Taboada señaló que es importante el impacto del estrés térmico e hídrico para cultivos y ganado, la falta de agua por deshielo, las pérdidas de cultivos y hacienda por los procesos erosivos, como así también las sequías e inundaciones y la mayor diseminación de plagas y enfermedades.
El técnico del INTA Castelar sostuvo que la mitigación del cambio climático es posible si se realizan medidas estructurales, sociales e institucionales. En cuanto a las estructurales, Taboada diferenció entre las que requieren el uso de ingeniería y cambios en el entorno físico como la construcción de sistemas de riego o bombeos de agua de los que demandan un manejo del ecosistema con un impulso hacia la conservación de corredores biológicos, migración de especies en peligro de extinción y forestación.
Además, destacó la incorporación de opciones tecnológicas de insumos y de procesos, en beneficio de una mejor gestión de los cultivos, la ganadería y el pastoreo. También resaltó la adopción de nuevas variedades y tipos de cultivos y animales, como los sistemas de cultivo para mejorar la conservación del agua, la captura de nitrógeno de la atmósfera, el reciclaje de residuos, las producciones integradas, los sistemas agroecológicos, el control biológico de plagas, entre otros.
En el caso de las medidas sociales, Taboada destacó la importancia de generar mapas de riesgo y vulnerabilidad, sistemas de alerta temprana y respuesta, monitoreo y uso sistemático de sensores remotos. “Se requieren cambios en los patrones de comportamiento que fomenten las prácticas de conservación del suelo y el agua con cambios en los sistemas de cultivo, áreas y fechas de siembra y la incorporación de conocimientos tradicionales de los productores”, argumentó el técnico.
En relación a las medidas institucionales, el técnico del INTA destacó las económicas, como el pago por servicios ecosistémicos o las referidas a tipo de regulación regional, nacional o municipal para el uso de las tierras.